En mi opinión lo complejo de las relaciones, es la variedad de necesidades que reside en el interior de cada ser humano. Queremos disfrutar el momento sin atarnos a alguien. Valoramos una amistad por encima de una vida en pareja. O por el contrario buscamos esa persona que nos acompañe en el día a día como órgano vital. Sexo sin compromiso, sexo con amor, relación abierta, relación de respeto mutuo...
Pero, ¿Cuándo pasamos de un extremo a otro? ¿En qué momento dejamos de ansiar nuestra libertad para coartar la del otro? Al fin y al cabo los celos no son más que carceleros que tan sólo merman la autonomía de cada uno. Al ver al otro como algo imprescindible para vivir, y desear que el también nos vea así, reducimos nuestra existencia a la mera dependencia.
Si atamos con rienda corta a la persona con la que queremos compartir nuestros días, probablemente terminemos consiguiendo que desee huir. Las cuerdas que están siempre tensas terminan deteriorándose, desafinando... En cambio, si les dejamos ser independientes amarán nuestra libertad y desearán beber de ella.