23 abr 2014

Los días en los que te tengo.



Lo días en los que te tengo, como si poseyera las escrituras de tu cuerpo, cacique de tu espalda, dueña de lo que dices, de lo que te callas, propietaria de tus medias verdades, de tu incesable manera de hacer atractivo lo imperfecto. Pero nada tuyo me pertenece, por eso te quiero libre. Porque eliges verter tu libertad en mi existencia.


Los días en los que te he tenido. Dentro.


 Hemos sido agua, barro, huracán y tormenta. Y todo te llamaba, todo te codiciaba. Y tú gritabas que querías estar solo. Conmigo.

Me llevabas a cenar con la risa en los pantalones, con tu barba de tres días desmontándome las razones, con el pelo despeinado cantándome canciones mientras rompía las servilletas de los bares que te decían “Gracias por las vistas”.


Son los días en los que te tengo cuando no tengo que luchar por nada, porque ya te tengo.


Brillas por tu esencia, crías cuervos y te regalan ojos.

Me resuelves los enigmas, adivinas mis misterios. Deshaces la cama como quien construye castillos. Pruebas mi saliva como quien cata vinos. Te sumerges en mi cuello y me esnifas. 


Todos los viajes que planeamos, todas las veces que preguntas con el dedo en el mapa “¿Aquí?” y yo te digo “Donde sea. Pero contigo”. Y luego no vamos a ningun sitio, pero viajamos a cualquier lado.


Tus piernas calentando mis pies helados. Tus manos saboreando mi pecho. Mi pecho señalándote con el dedo. Mi pecho, que no disimula.


Todas las veces que hacemos las paces. Aquí te pillo, aquí te mato.

Esa noche. Ese baño. Los días en los que te tengo.


Los días en los que no te tengo. Todo mi mundo lleno de vacíos. Todos mis vacíos llenándose de nada.


Todo lo que quiero son los días en los que te tengo.

7 abr 2014

Sigues estando.



Por más veces que te lo diga no va a tener más sentido. Por mucho que te lo demuestre no va a ser real si no lo haces tuyo.

¿Qué más quieres que te haga qué ya no hayas sonreído? Que sigo aquí joder, mírame. Sigo aquí. Dejándome tu nombre en las servilletas de los bares y el pintalabios en los vasos.

Que tengo una lista con todas las ciudades a las que aún no le hemos puesto el acento. Y en todas quiero que estés tú. Buscando las calles en google maps antes de salir a comernos. Olvidando dónde hemos aparcado el coche. Caminando. Parando para que yo me baje de los tacones. Haciendo turismo en los hoteles. Que sí, que quiero tu cepillo de dientes al lado del mío.

Nos he visto. Nos he visto casi jubilados, a ti asomándote varias canas y yo con el culo caído y miles de arrugas de las veces que me has hecho reír. Estábamos sentados en una terraza de verano, y todas las parejas de más de 60 ni se miraban, no pronunciaban palabra, ellos se limitaban a beber del vino, ellas mosto de uva, y ellos observando el vuelo de la falda de veinteañeras levantaban una ceja y arqueaban la mirada, ellas hacen como que no se dan cuenta, buscan un abanico en el bolso y fingen que tienen calor, fingen que sienten algo. 

Y ahí estábamos nosotros yo te miraba y tenías los mismos ojos que ahora, pero con más historias, más abrazos y más orgasmos. Te miraba y me la devolvías, y nos enamorábamos otra vez. Como hacemos todos los viernes. Y entonces hablábamos de coger un tren y plantarnos en Viena, y que a orillas del Danubio un poeta de calle nos escribiera unos versos, como si nos conociera de antes.
Nos mirábamos y ellos seguían sin hablarse y nos miraban. Nos envidiaban y se preguntaban ¿Cómo lo hacen?

¿Cómo? ¿Pero cómo mierdas voy a dejar de hacerlo si sigues estando?

3 abr 2014

Estarás.



Cuando se me acaben los impulsos y las prisas, estarás.
Cuando ya no me queden días en esta ciudad, estarás.
Cuando vuelva y me liberes del hermetismo de mi cuerpo, estarás.
Estarás conmigo aunque no estés aquí.

Después de esta lluvia en los salones estarás.
Aunque nos roben el mes de abril estarás.
Estarás aunque la FIFA nos sancione sin traspasos de fluidos.
Aunque Messi vomite en todos los campos.

Estarás como ayer, llamándome bizarra.
Y yo sólo soy valiente porque tengo miedo.
Porque viertes la primavera en mi garganta
y luego me despiertas las piernas con los dedos.

He aprendido a conjugarte el verbo en mi lengua.
Y en todas sus variaciones y dialectos.
Me has cosido los rotos con parpadeos.
Te me has quedado en la cuenca de los ojos.

Estarás con tus manos de hacer mi mundo en seis días.
Y descansarás el séptimo en mi ombligo.
Se hará la luz. Y estarás.
Me vas a suceder. Una y otra vez.



Ha sido un placer conocerte por dentro.