15 ene 2012

Llueve.


Llueve.

Llueve y eso me hace pensar en ti con más fuerza, e imagino que te tengo cerca.
Porque todos estos días sin ti son como precipicios, me dan vértigo sin tu voz. No lo pensaste bien, no imaginaste que esta rutina me convertiría en una joven sin sueños ni vicios.
Fue tan fácil acostumbrarse al recoveco de tus brazos que hasta tu sombra se moría de celos a la caída del Sol.
No nos tomamos el último café, la culpa fue tuya, me dijiste que sólo te gustaba con hielo, y que el invierno no era una buena época para beberlo así, dijiste que cómo las barcas de pedales, esto también era mejor tomarlo con menos ropa.
La lluvia me hace recordar a las tardes de domingos grises, en ese sillón viejo y deteriorado, viendo alguna de mafia y comiendo esas palomitas de la tienda que hace esquina con el bar de los taburetes rojos y los cuadros de “James Dean”.
Recuerdo las noches en el coche, el que tenía la pintura saltada por los años, donde tiempo atrás se amaron también tus padres, y las gotas resbalando por los cristales parecían infinitas…
En el fondo adoro la lluvia, porque todos los chaparrones desde hace cinco años los hemos pasado juntos.
Abro la ventana y dejo que entre el olor a tierra mojada, imagino que es tu perfume, y que estás a punto de llegar.


Hoy llueve.



1 comentario:

  1. Muy bonito, pero ¿sabes qué te digo?. Que está muy todo eso que escribes, pero deberías intentarlo sobre tus propias experiencias, por ejemplo: ¿recuerdas las tardes interminables de entretenimientos y manualidades que te tenía preparado cuando venías a casa de abuela?. Yo también reivindico mi espacio en tus escrituras. Rétate a tí misma y escribe sobre tú y yo. Dedíacame algo, porfi....Besitos.

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