A medida que se acercan las estaciones frías, las ciudades
se vuelven más bonitas.
Y nosotros más tristes.
Septiembre. Septiembre…
Y con septiembre los días de mis días sin ti.
Un café sola, y con tres de azúcar.
Por las noches me repaso con los dedos, acordándome de los
tuyos.
Y a la mañana siguiente vuelvo a poner esa lista de
reproducción de canciones que duelen, por el puro placer de la autodestrucción.
No vaya a ser que me ría y no estés allí para besarme en los dientes.
No vaya a ser que me ría y tú no estés.
Vuelves a ser ese oasis en el verano que me deja muerta de
sed.
De momento me aferro a nuestras noches de palomitas y
proyector.
Que por no autoproclamarme friki, diré que soy esa loca que llora
con el final del Episodio III, mientras
tú te ríes porque lloro. Y yo me pierdo en el lado oscuro por amor, que
coincide con el lado derecho de tu cama, y encuentro mi redención justo entonces, cuando la fuerza te acompaña y los muelles
gritan tu nombre.
Mi Lord.
Pero te llamaré.
Te llamaré para decirte que me he cortado el pelo, que estoy
intentando no morderme las uñas. Que bebo menos. Que salgo más. Que sigo con
los labios agrietados. Que no salgo sin rímel en las pestañas. Y que voy a
llevar las clases al día, entre otras mentiras.
Ya sabes, volveré a subirme en ese tren de vuelta, como si
no cupieran más ganas en unas vías.
O en mis piernas.
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