17 dic 2012

La fidelidad del cisne es mentira.

Soy yo la que conoce su manera de despertar, bostezar, y retorcerse. Y saboreo la batalla de después sobre si ronca o no ronca. Qué divertido es hacerle enojar.  
Estoy preparada para todo menos para nada. Como cuando llueve, abres el paraguas y la lluvia cae en diagonal, igual que  las líneas que dibuja su espalda, las que dan paso a su culo y otras venganzas.
Tiene su encanto levantarse antes que el Sol, pero prefiero que mientras esté en esta cama bajemos las persianas, que no está la luz preparada para que esto se acabe, y lo eterno sólo dura un rato.
Solemos apostar por cosas que a otros no les salieron bien, o que nos dicen que tienen fecha de caducidad. Porque mientras es nuestro nos sentimos de puta madre.
Párate a intuir si el viento lleva colores, y en cada pestañeo de esperar azules y violetas, te estarás perdiendo cómo se abren unas piernas.
Lo cómodo que resulta desprenderse de la ropa con calor artificial, y lo sutil que puede llegar a ser hacer fuego con la piel. Y su mano dibujando mi cuerpo, y mi cuerpo en simbiosis con su mano. 
La misma capacidad para morder tus labios que para respirar.
Que somos como amebas, el único organismo instintiva y biológicamente fiel, (a pesar de lo que digan de los cisnes). Las amebas cuando encuentra a su pareja se funden en un sólo cuerpo, en una sola célula. ¿No es precioso ser protozoo?

Pero bueno, hace mucho que dejamos las clases teóricas de biología. Solo quería contestarte a la pregunta que me hiciste anoche en el coche, sobre todo eso de nosotros y la felicidad. Mi respuesta es SI, todos los días desde que te conozco.

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