El día que te fuiste volaron los labios,
se nos anudaron los
recuerdos en la garganta,
abandonamos el piso de la calle Iglesia,
nos dejamos
el colchón, las velas del chino
y un vaso de agua medio vacío,
que viene a ser
lo mismo que medio lleno.
El día que te fuiste nos drogamos con promesas
como Urquijo,
salimos a la calle,
lloramos por compromiso,
me besaste en los párpados,
olimos
a sexo,
me hiciste jurar
y asentí convencida.
El día que te fuiste dejamos de fumar,
empezamos a beber,
perdimos peso,
ganamos tiempo,
descubrimos mentiras,
aprendimos a decirlas,
crecimos,
supe que no necesitaba verte aunque quería.
El día que te fuiste,
en realidad me marché yo.
Desde el día en que me fui
nunca dejo de volver y marcharme,
volver y marcharme,
volver y marcharme…
Y aún así me quieres,
con todo mi
efecto boomerang
y el corazón lleno de arena,
de la cantidad de relojes que he
tenido que romper
para volver a volver.
Porque amar es perder el control
y no querer recuperarlo.
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