29 jun 2013

Recuerdos Vol.2


Vamos con la segunda entrada del blog que dedico a mis recuerdos. Hoy es el turno de mi madre.
Durante más de cuatro años sólo podía ver a mi madre en vacaciones y fines de semana debido a su trabajo. Como mi padre era Policía sus turnos tampoco le permitían estar muy pendiente de mi, por lo que crecí esos años prácticamente con mi abuela, así que no me vengan con lo de que madre no hay más que una.
El primer día de colegio en infantil, yo tenía tres años, cuando mi abuela me recogió y me preguntó qué tal me había ido contesté "Fatal, solo hemos hecho plastilina y esas cosas de niños chicos", me aburría tanto que a mi madre no le quedó más remedio que enseñarme a leer de viernes a domingo con esa edad".
A los 9 años comencé a escribir rima, a los 11 me pasé a relato corto, y los 15 prosa o algo parecido a lo que hago ahora. A los 9 ya me había leído el principito, libro que leo al menos una vez al año, a los 12 Soldados de Salamina y la voz Dormida, y a los 13 me pasé a Benedetti, Neruda y Coelho y algo de Shakespeare que el maestro Antonio Sanchez me había regalado en años anteriores para mi comunión.
Mi madre no solía comprarme regalos fuera de Navidad y los cumpleaños, pero siempre encontraba alguna fecha para regalarme estos libros.
Mi madre para dormir (porque yo nunca podía dormir, sólo en los bares y en el Opel kadett de mi padre) me cantaba canciones de Silvio, Jara, Aute, Sabina... entre otros, supongo que de ahí mi debilidad por los cantautores, mis ansias de libertad,  y mi manía de protestar ante todo lo que me parece injusto.
Desde que tengo uso de razón mi madre me empezó a dar una pequeña paga y decía que yo era la administradora, ese era el dinero del que disponía para toda la semana, si al finalizar la semana quería pagarme algo y ya había gastado el dinero, la responsable era yo y tenía que asumir las consecuencias. Ella me pagaba las cosas más necesarias y algunos regalos en las fechas señaladas anteriormente, si se me metía en la cabeza algún capricho debía ser yo la que lo pagara, así aprendí a ahorrar y valorar el esfuerzo que cuesta conseguir ciertas cosas. Yo me compré mi primer móvil y pagaba el saldo del mismo.
Lo mismo con el horario de llegada a casa, si me pasaba 5 minutos o el tiempo que fuera al día siguiente me descontaba los mismo minutos, y si volvía a llegar tarde esos minutos se iban acumulando. Me daban libertad siempre que ellos vieran que sabía administrar esa libertad y que entendía que la convivencia requería de unas normas y cierta jerarquía con respecto a ellos.
Hablábamos de todo. Desde bien pequeña tuve curiosidad por el tema del sexo, y jamás me contaron historias de cigüeñas o semillitas, mi madre siempre me lo explicaba todo tal y como era, adaptando sus palabras a mi entendimiento.
Aún mi madre me cuenta que siempre he sido demasiado sensible y emocional, que me empeñaba en cargar con los problemas del mundo, que si veía en las noticias hambre, terrorismo o incluso calentamiento global, me tiraba noches sin dormir, sufriendo e intentado buscar una solución. El problema es que con el tiempo ese sufrimiento se traslada a problemas cada vez más importantes, pero con la madurez también he aprendido a gestionar mis emociones (o casi).

Creo que por hoy lo dejo aquí, hasta mis próximos recuerdos!

1 comentario:

Coge altura. Deja señales.